Colaboración de Félix Jacinto Bretón.
Rosa Maria Hernández Ortiz
La educación dominicana es considerada, hoy en día, como la base del desarrollo de la sociedad en todos los niveles. Para esto cuenta y necesita de hombres y mujeres tesoneros en su entrega diaria que rompan los esquemas redimidos por años de ignorancia, donde la deserción y repitencia se traga grandes aportes e inversiones por ellos realizadas en su ardua e impagable labor en las aulas.
Una vez más el Día del Maestro en nuestro país brilla por la ausencia del verdadero reconocimiento al que construye día a día la conciencia de miles de niños, jóvenes y adultos que por sus manos transitan. Llega el Día del Maestro con cientos de ellos con el alma más allá de la nube y con el cuerpo como un lamento, como bien dice la canción de Víctor Manuel, ante los múltiples problemas por los que atraviesa el Magisterio Nacional.
Se cree que el maestro es uno de los profesionales que menos trabaja. Este mito, ya develado en el transcurrir del tiempo, ha quedado desfasado a estas alturas del juego. Si bien es cierto que el maestro tiene varios días que no acude a las aulas, no menos cierto es que el horario de los fraguadores del conocimiento no les permite desarrollar su labor completa en los mismos, por lo que sus actividades se extienden hasta sus hogares, su año laborar inicia en agosto y termina a final de junio y, para otros, inclusive en julio.
Otro de los mitos caídos del maestro es que estos profesionales de la educación, por los menos los que trabajan en el sector público, son de los mejores pagados. Cierto es que en los últimos años el sector ha recibido algunos pequeños incentivos salariales, pero también es cierto que estos han sido pocos significativos ante el exorbitante incremento de la canasta familiar y los múltiples descuentos que los mismos sufren. Ante el trabajo realizado, no es posible que un zapatero, un limpiabotas, un chofer de de carro público, un vendedor cualquiera de la calle, que no tuvo que ir a una universidad para formarse, gane diario más que cualquier profesor de escuela.
Un maestro con un salario por debajo de los RD$6,000 (una tanda) y RD$ 10,000, no puede vivir hoy en día en un país donde solo el transporte, por los aumentos de los pasajes, se lleva prácticamente la mitad de su sueldo, mucho más los que trabajan en lugares distantes.
Los maestros exhiben algunas mejoras en la actualidad porque han dejado, cada mes, sus jornales en las cooperativas y bancos para poder sobrevivir.
Pero esto, a su vez, genera que cada día haya más maestros enfermos sin derecho, como quien dice, a comprar sus medicamentos, sin derecho a tener unas vacaciones, con disfrute de descanso y diversión; que existan más maestros desertando del sector y otros con baja autoestima por la situación de miseria en que viven; con un sector salud cada vez más deficiente y precario; con una sociedad que responde menos ante las demandas de cambios y que exige del maestro cada vez más.
Ver llegar el Día del Maestro en nuestro país, es una fiesta para pocos y dolor y desencanto para la mayoría. Maestros que han dejado su vida en las aulas, hoy están muriendo en el anonimato, en la soledad y sobretodo, en la precariedad de sus años de trabajo que, de hecho, no son pocos.
Vuelve el Día del Maestro y este lo encuentra en la perdida oscuridad del desamparo de su sector reivindicativo, que lo ha olvidado por años, en el ausentismo de propuestas educativas que retornen las motivaciones a las aulas y a los corazones golpeados de los miles de maestros que se entregan cada día al trabajo de enseñar y formar a los población que asiste por el pan del saber.
Hoy el profesional de la educación necesita de un estilo de vida más digno, donde se reconozca su aporte, donde se le brinde la oportunidad de techo propio, de un buen servicio de salud, de incentivos salariales que le permitan vivir decentemente, de oportunidades de estudio, de facilidades de trabajo de acuerdo a su capacidad y distancia. Sobre todo, la oportunidad de aplicarse la Ley de Educación y la misma de ser revisada en sus artículos de pensiones y jubilaciones, que un maestro no tenga que morir para poder salir de su servicio o se le retire cuando ya está en un estado de total desgaste e inutilidad para disfrutar de sus años de trabajo, que no tenga que esperar 35 años de servicio o tener 65 años de edad para irse a su hogar, cuando ya las fuerzas se han agotado en tan arduo servicio.
Por estas y otras tantas razones que vive el magisterio nacional, sentimos que vuelve el Día del Maestro y lo sorprende con el alma en una nube de sombras y desesperanzas, con el cuerpo cargado de lamentos, con un inmenso cúmulo de problemas y de agravios a su labor y figura. Este maestro, que en su larga vida de educador ha recibido frases tan peyorativas y desconsideradas por distintos miembros de la sociedad dominicana, ha vuelto con la mirada triste a descender y abrazar la idea de un día mejor.
Una plegaria maestro/a por ti que ha dejado todo, hasta tu familia, para entregarte cada día al servicio de los demás, dando en cada entrega tus sueños, tus esperanzas y tus ideales de una patria más justa que algún día consagre tu servicio como uno de los más loable de nuestra sociedad.
“SOLO EL QUE VIVE PARA SERVIR SIRVE PARA VIVIR”
¡Felicidades maestro una vez más!
La autora es maestra graduada con largos años de ejercicio
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